Dentro del ciclo OFICIOS DE LA CULTURA me toca hablar hoy de la figura del galerista, una profesión a la que me siento orgulloso de pertenecer, pero de la que, indudablemente, existe un gran desconocimiento general en España, por lo que intentaré en esta charla aclarar de forma resumida en qué consiste y de qué forma en particular he llegado a ejercerla.
Las razones de este desconocimiento son muchas, pero la principal quizá sea que es una profesión muy reciente, y mucho más en nuestro país donde su origen, tal y como la conocemos ahora, no se remonta mucho más que a la segunda mitad del siglo pasado, y en muchas ocasiones su ejercicio ha estado asociado a otras actividades como el montaje o la enmarcación de obras y objetos artísticos, la decoración o la simple intermediación comercial en las ventas, lo que ha dado lugar a no pocas confusiones y a que, con el nombre de galería de arte, se conozcan un gran número de actividades de muy diversa índole y muy diferentes entre sí.
Una galería de arte contemporáneo, es, en la actualidad, algo más que el lugar en el que se venden obras de arte. Utilizando un símil cinematográfico fácilmente entendible, una galería de arte contemporáneo en la actualidad, produce, distribuye, exhibe, promociona y comercializa el trabajo de sus artistas. Y no sólo eso, también, estableciendo comparaciones con otras actividades artísticas como la música o la danza, es representante de artistas.
Las galerías de arte contemporáneo producen, con sus propios recursos, no sólo sus exposiciones, a veces proyectos atrevidos y costosos difícilmente comercializables abiertos gratuitamente al público. Además, en muchas ocasiones y cada vez en mayor medida, producen, también con sus propios recursos, las obras de los artistas que, sin su ayuda, no podrían hacerlo, lo que no sólo favorece sino que casi siempre permite la creación artística contemporánea.
Además distribuyen las obras de los artistas a los que representan y con los que trabajan, intercambiando exposiciones con otras galerías de distintas ubicaciones geográficas, nacionales e internacionales y colaborando con museos e instituciones, facilitándoles su trabajo aportándole datos e información o prestando las obras de esos artistas que en muchos casos pertenecen a su propio fondo.
De manera habitual exhiben, de forma gratuita para todos los interesados, el trabajo de los artistas a los que representan y con los que trabajan en exposiciones temporales -una media de 5-6 exposiciones por temporada, y en las ferias internacionales de arte en las que participan arriesgando sus propios recursos, lo que, finalmente, supone una de las más importantes y efectivas labores de promoción de los artistas.
Por supuesto, las galerías de arte comercializan las obras de los artistas a los que representan y con los que trabajan lo que permite la supervivencia del sistema del arte, y la creación y el fomento del patrimonio artístico contemporáneo de cara al futuro.
Pero no menos importante es la labor de las galerías como representantes de sus artistas, defendiendo sus intereses artísticos y comerciales, divulgando su trabajo, ayudándolos en su promoción y velando por la conservación y revalorización de su obra.
En muchos casos, además, las galerías son consumidores de arte y no sólo del de los artistas a los que representan y con los que trabajan o colaboran, estimulando con la adquisición de sus obras el impulso de la creación y la continuidad de su trabajo artístico, sino también el de los artistas de otras galerías, lo que incentiva el intercambio, la promoción y el desarrollo de su actividad artística, fomentando la creación de un patrimonio que, en muchas ocasiones, es cedido, prestado o donado a museos o instituciones públicas. Un buen ejemplo de esto último es la cesión de la colección de la galerista Helga de Alvear de parte de su magnifica colección a la Junta de Extremadura a través de su fundación, al igual que otros legados de galeristas que, de un modo u otro han pasado a formar parte del patrimonio nacional.
Además, las galerías de arte se encargan de almacenar y conservar para el futuro nuestro patrimonio artístico actual antes de que se deposite en las colecciones públicas o privadas que finalmente lo acogerán, impidiendo en muchos casos su deterioro o desaparición. Como una vez le oí a una colega, en ocasiones, el arte del futuro es lo que algunas galerías se han empeñado en guardar y conservar en sus almacenes.
Finalmente, las galerías de arte contemporáneo en la actualidad, como responsables artísticos de sus propios espacios y programaciones, son el vínculo primero entre el artista y el resto de los agentes del arte contemporáneo –críticos, comisarios, directores de museos, fundaciones, instituciones y coleccionistas…- a los que, casi siempre, los dan a conocer, y, finalmente, la sociedad. Una Galería de Arte, de esta forma, deja de ser exclusivamente un comercio, para ser además un espacio cultural abierto al público de forma gratuita donde se da a conocer hoy lo que mañana estará en los museos.
En mi caso particular, mi acercamiento al mundo de las galerías fue el resultado de un proceso que se inicia con mi interés personal por el arte contemporáneo. Desde siempre, pero conscientemente desde mi época de estudiante, el arte contemporáneo ha estado dentro de mis prioridades. Me recuerdo desde muy joven visitando todas las exposiciones que se hacían en Murcia e intentando un acercamiento lo más estrecho posible con el arte del momento y, sobre todo, con los artistas que lo realizaban. Mis estudios, sobre todo los extraoficiales, -ya que en la universidad de mi tiempo y mucho menos en el instituto, pocas veces se pasaba del impresionismo o las primeras vanguardias en los temarios de estudios- se centraron en la creación contemporánea, lo mismo que mis viajes dentro y fuera de España que tenían como una de sus finalidades fundamentales la visita a exposiciones y museos. Pronto, en la década de los ochenta, lo que se inició como una vocación se fue convirtiendo en profesión aunque muy pocas veces cobrara por ejercerla. Primero escribiendo críticas y artículos en publicaciones locales y nacionales o textos para catálogos o publicaciones varias, y más tarde colaborando con instituciones en su programación de artes plásticas, lo que, finalmente me abocó a esta profesión ya que, trabajando para la administración, contaba con estupendos espacios y buenos presupuestos para catálogos o montajes, pero que en muchos casos se gastaban en proyectos en los que no creía, por lo que cada vez era mayor el descontento que me ocasionaban. Luis Valverde, mi pareja de entonces y mi actual marido, con el que compartía y sigo compartiendo las mismas inquietudes e intereses profesionales, harto de oír mis quejas se plantó y me dijo que ya era hora de defender nuestros proyectos y no los de los demás y esto pasaba por montar nuestra propia galería, lo que hicimos, como proyecto común, en octubre de 1992 sin la más mínima experiencia previa ya que, ni entonces existía ni ahora existe en España la posibilidad de una formación que no sea la que se obtiene con la experiencia.
Desde entonces, la Galeria ha sido para nosotros, sobre todo, un espacio de libertad.
Este es el inicio de Espacio Mínimo, cuyo nombre, como todo el mundo en Murcia sabe, obedece a las dimensiones del local de su primera ubicación.
Si algo había aprendido en mi etapa de colaboración con las instituciones es que lo importante de una galería no es su espacio sino su proyecto y eso era lo que queríamos defender, un programa coherente con nuestros planteamientos, que tratara los temas de nuestro presente que nos interesaban, preocupaban o inquietaban y de los que queríamos dejar huella de cara al futuro, como las cuestiones de género, la opción sexual o la exclusión social, por poner algún ejemplo. Un programa, en definitiva, que no sólo fuera válido en esta ciudad sino que pudiera exportarse e interesar fuera. La realidad fue que nuestro trabajo, desde el principio, era mejor entendido fuera que dentro de Murcia donde en ese momento no existía un contexto en el que integrarnos, lo que nos convertía, para muchos, como mínimo en raros, y en algunos casos, en sospechosos. Esto nos abocó a salir fuera o cerrar, y optamos por lo primero, participando en ferias internacionales y buscando colaboraciones para nuestros artistas con galerías e instituciones de otras ciudades y países, lo que no sólo nos permitió mantener nuestra actividad sino que cada vez nos fue abriendo más puertas y dándonos más a conocer en el exterior, pero condenándonos, por otra parte, a convertirnos prácticamente en una galería virtual ya que eran pocos, fuera de Murcia, los que tenían la posibilidad de conocer nuestro proyecto expositivo más allá de nuestra participación en las ferias o de la repercusión en la prensa. Para evitarlo, y pese a mi cabezonería particular en demostrar que las cosas se pueden hacer bien desde la periferia, en 2000 nos trasladamos a Madrid, donde, a pesar del trabajo anterior, prácticamente tuvimos que empezar de nuevo, aunque sin renunciar a ninguno de nuestros primeros planteamientos de trabajo que se han mantenido intactos desde el principio. El traslado a Madrid nos permitió, por un lado, dar a conocer de forma más efectiva el programa de la galería y el trabajo de nuestros artistas, y, por otro, internacionalizar más nuestro proyecto ya que, aunque en Murcia habíamos empezado a trabajar con artistas como Liliana Porter o Erwin Olaf, nuestra ubicación en Madrid hacía más atractiva nuestra galería para otros artistas internacionales, o, mejor, extranjeros porque internacionales también los hay españoles, como Jan Fabre, Martin Parr, Sergey Bratkov o Norbert Bisky con los que empezamos a colaborar.
Quisiera dar ahora, de forma resumida, algunas anotaciones breves sobre la rutina específica de trabajo de una galería que pueda hacer más comprensible nuestra profesión, aunque seguro que en el turno de preguntas posterior irán surgiendo cuestiones que pueden ser de vuestro interés y que ahora se me escapan.
Lo más importante para una galería y para el sistema del arte en general es, indiscutiblemente, el artista, que es lo que permite su mantenimiento y sin el cual el resto de los agentes que lo componen no tienen sentido. Los artistas, por tanto, son nuestro principal activo. Estar al tanto de la evolución del trabajo de los artistas que conocemos y conocer a los nuevos que vayan surgiendo es una parte fundamental de nuestra profesión y la que más tiempo y dedicación requiere.
La parte más visible de una galería, sin embargo, es su programación de exposiciones. Se realiza una media de 5 o 6 exposiciones por temporada y cada temporada se programa como mínimo con dos o tres años de antelación, ya que se tienen que ir turnando los artistas de la galería, en una media de 3 o 4 años entre exposiciones, según la evolución de su trabajo, con colaboraciones con otras galerías o proyectos específicos. En el diseño de cada temporada entran en juego muchos factores que podemos comentar con posterioridad. En estos años hemos programado exposiciones de artistas españoles como Enrique Marty, Manu Arregui, Bene Bergado, Nono Bandera o Manu Muniategiandikoetxea, con los que seguimos trabajando y de otros con los que hicimos colaboraciones puntuales como Isidoro Valcárcel Medina, Daniel Canogar o Juan Hidalgo, o extranjeros como Anne Berning, James Bidgood, Tom of Filnland, Yoshua Okón, Liu Ding, Yeondoo Jung o The Royal Art Lodge…, además de los anteriormente citados Jan Fabre, Martín Parr, Sergey Bratkov o Norbert Bisky que, igualmente, pertenecen a nuestra nómina de artistas representados.
Cada exposición implica un trabajo específico que comienza con el seguimiento y la evolución del trabajo de los artistas que la componen, bien sea la exposición individual o colectiva, hasta concluir con la selección final de las obras, el tipo de montaje, la difusión a la prensa y a los posibles coleccionistas, inauguración y seguimiento y, por supuesto, en el momento actual, con especial atención a la web de la galería y a su presencia en las redes sociales.
No hace falta aclarar que una exposición no es solamente la exhibición o muestra de una agrupación más o menos atractiva de una serie de obras de uno o varios artistas. Una exposición es un proyecto que tiene que tener una base conceptual que lo sustente al margen de una resolución formal coherente y estéticamente interesante.
Prácticamente la misma rutina se repite en las ferias. Hay que planificar y decidir con antelación la temporada de ferias, teniendo en cuenta la evolución de cada una, ya que el panorama internacional de ferias es cada vez más variado y cambiante, y los intereses específicos para la galería, su costo, posible repercusión en resultados, etc., ya que las ferias se solicitan con un año de antelación. Una vez decidida la feria, solicitada y haber sido admitida la galería, se planifica prácticamente como una exposición, aunque en este caso, casi siempre colectiva. Hay que decidir qué artistas vamos a llevar y qué obras se van a mostrar, el montaje de acuerdo al espacio asignado y diseñar el stand teniendo en cuenta las obras a exponer. Hemos participado en ARCO desde 1994 y desde ese mismo año empezamos a participar en ferias internacionales, más de un centenar, en el extranjero, Artíssima en Turín unos meses después en su primera edición y Art Cologne y posteriormente en Art Chicago, FIAC, Art Forum Berlin, Frieze en Londres, Art Basel Miami Beach, CIGE en Beijing, Shanghái Contemporary, KIAF en Seoul, MACO en México, ARTBo en Bogotá, PINTA en Londres y New York y un largo etcétera.
Para nuestra Galeria en particular las ferias han sido fundamentales. No sólo para darnos a conocer y promocionar a nuestros artistas, sino como el medio más efectivo de supervivencia, sobre todo en nuestra etapa murciana, en la que, prácticamente, la totalidad de nuestros clientes y de la facturación de la Galeria los obteníamos en las ferias, sobre todo en las extranjeras. Algo que, dada la actual situación económica nacional, nos está volviendo a suceder.
De modo permanente la galería tiene que atender la demanda de sus artistas por parte de comisarios, museos e instituciones para proyectos específicos, lo que, indudablemente, aporta un status de calidad y reconocimiento a su trabajo. Como labor habitual debemos informar puntualmente a los posibles interesados de la evolución del trabajo de nuestros artistas para que pueda ser tenido en cuenta para sus posibles proyectos. Lo mismo a los coleccionistas para posibles adquisiciones, lo que, finalmente, valida su trabajo y permite la supervivencia del sistema del arte. Esta labor suele dar sus frutos y en estos años hemos tenido la satisfacción de que nuestros artistas han formado parte de proyectos como el de Jan Fabre en el Louvre (en el que estaban expuestas obras de coleccionistas de Murcia que nos las habían comprado previamente en exposiciones anteriores del artista en la Galeria), o de otras instituciones españolas, como el Museo Reina Sofía de Madrid, Museo Guggenheim de Bilbao, MUSAC de León, ARTIUM de Vitoria, CEGAC de Santiago de Compostela, CAC de Málaga, CAAC de Sevilla, CAAM de Las Palmas, CAB de Burgos, Museo Patio Herreriano de Valladolid… o extranjeras como el MOMA/PS1 de New York, Bienal de Lima, Groningger Museum de Holanda, Australian Centre for Photography de Sidney, MAN Museo de Arte de Nuoro en Cerdeña, Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires, Carré dÁrt Musée dÁrt de Nimes…. entre muchos otros.
Entre las colecciones públicas a las que hemos vendido a nuestros artistas están: Tate Modern de Londres, el Boston Museum Fine Art, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, Museo Marugame Hirai de Arte Contemporáneo Español en Marugame (Japón), Banco Do Spiritu Santo de Lisboa Portugal, Colección del Banco de España de Madrid, Colección JUMEX de México, MUSAC. Museo de Castilla y León, Museo ARTIUM de Vitoria, la colección CIFO (Fundación Cisneros Fontanals) de Miami, Centro Galego de Arte Contemporánea de Santiago de Compostela…, etc.
Para terminar, y antes de entrar en el turno de preguntas quisiera apuntar el momento actual de nuestra profesión en España, más allá de la crisis económica internacional que afecta en mayor o menor medida a todo el mundo, y que, en nuestro caso concreto, está agravado por medidas gubernamentales tan desacertadas como la subida del IVA al 21 % -ya antes las galerías de arte éramos la única industria cultural en España que no gozaba de un IVA cultural- lo que nos deja en desventaja con el resto de nuestros colegas de los países de la Unión Europea que, en su totalidad tienen un IVA mucho menor en el comercio del arte (algunos del 7%) y que nos aboca a que no sólo los europeos sino los españoles dejen de comprar en nuestras galerías porque le resulta más rentable hacerlo en las del resto de Europa, o la paralización de la Ley de Mecenazgo que era la bandera enarbolada por el partido del actual gobierno en su campaña electoral en el campo de la cultura, lo que favorecería la adquisición de las obras de arte y, por ello, la creación de patrimonio artístico de cara al futuro, paliando de algún modo la situación actual de las instituciones que prácticamente han visto desaparecer sus presupuestos de adquisiciones, y evitando, en la manera de lo posible, el empobrecimiento paulatino de nuestro patrimonio artístico que, inevitablemente se verá drásticamente afectado.