03. Futuros (im)posibles / Comunidades por venir

Gramáticas de la temporalidad

Espacio 4. Futuros (im)posibles / Comunidades por venir

Artistas: Clara Boj y Diego Díaz, Juanli Carrión, Juan Antonio Cerezuela, Consume ESTO

En los últimos años, el tiempo se ha convertido en uno de los problemas centrales del arte contemporáneo y en una herramienta primordial para pensar la sociedad actual. Aunque dicha dimensión es fundamental en la reflexión artística desde sus inicios, desde la década pasada son muchos los artistas que han comenzado a problematizar, reflexionar y volver a pensar sobre las diferentes modalidades en que la temporalidad configura la obra de arte: memoria, presencia del pasado en el presente, futuro roto, tiempo alterado, tiempo suspendido, aceleración…, a través de las más variadas estrategias y disciplinas, un gran número de artistas contemporáneos cuestionan la temporalidad hegemónica del presente, desfigurando, transformando y proponiendo alternativas a la experiencia del tiempo de la modernidad, el tiempo estandarizado, maquinizado y “monocrónico” que se instauró en la sociedad industrial. Frente a este tiempo lineal capitalizado, los artistas de esta exposición despliegan unas gramáticas de la temporalidad que en todos los casos nos hacen conscientes del paso del tiempo y de la complejidad de la experiencia. Dicha reflexión se relaciona de varias maneras con las ideas del filósofo alemán Reinhart Koselleck, quien en sus trabajos sobre los estratos del tiempo observó los modos en los que los tiempos se corresponden, tocan y articulan. Pasado, presente y futuro no son instancias separadas, sino que están en constante contacto. El arte puede servirnos para pensar los modos en que pasado, presente y futuro se articulan. Y al revés, la articulación del tiempo es una herramienta de lectura privilegiada para dar cuenta de la realidad del arte avanzado.

           El tiempo por venir, los modos en que el presente tiende puentes hacia un futuro posible a través de los afectos y el engarce con lo social se encuentra representado en el trabajo de los artistas del espacio 4. Lo político, lo distópico, la posibilidad de cambio de la estructura presente, la utopía, la propuesta de modos alternativos de desarrollo… el arte se transforma aquí en un laboratorio de experiencias tanto para mostrar la posibilidad de un futuro mejor como para ser conscientes de dificultad para cambiar el estado actual de las cosas. Como sugiere Franco Bernardi, es necesario encontrar los modos de salir de un presente que ha roto los vínculos con lo afectivo, y “reestructurar el campo del deseo, cambiar el orden de nuestras expectativas, redefinir la riqueza, es tal vez la más importante de todas las transformaciones sociales.”

            La imaginación distópica y la crítica del presente es el centro de la propuesta de Consume ESTO. Con Todo aleatorio, el artista muestra una serie pequeños clips de la realidad cotidiana en la que se dan cita desde la especulación urbanística hasta parajes paradisiacos, una especie de constelación de imágenes que componen un mosaico de posibilidades de escape y de elementos que nos atan al presente corrupto. Un texto, “Todo aleatorio”, comienza la secuencia de imágenes y en pocos segundos todo se convierte efectivamente en aleatorio. Letras y clips se van mezclando y ya no es posible poner un orden entre ellos. El mundo se vuelve contingente. Y, más que eso, sin sentido. Es el espectador quien tiene que recomponer la posibilidad de escape del presente. Un espectador activo, cuya lectura de la obra –como también del mundo– es diferente en cada momento.

            La función social de las imágenes y los modos en que nos relacionamos con ellas en el mundo global suponen el centro del trabajo de Clara Boj y Diego Díaz. En este caso, los artistas proponen una especie de ensayo visual construido a través de algunas de las ideas centrales del texto curatorial de la exposición. De ese modo, su instalación dialoga, resume y, al mismo tiempo, activa la exposición. A través de una serie imágenes encadenadas este dispositivo muestra una sucesión de conceptos vinculados con la temporalidad que cambian constantemente de ritmo y van sugiriendo lecturas y asociaciones diferentes en cada momento. A la manera del Atlas Mnemosyne de Warburg, la instalación funciona como un archivo visual del tiempo. Un archivo en movimiento continuo que hace suyas las ideas de temporalidad y contingencia y que explora el impacto de la globalización y las tecnologías de producción de imaginario y los modos en que la imagen contemporánea se ha expandido a todos los lugares de la cotidianidad.

            Outer Seed Shadow, la intervención de Juanli Carrión, se adentra en una visión ecológica de la práctica artística. Cercano a algunas propuestas de la estética relacional, Carrión construye un jardín –mejor, un huerto– en la sala de exposiciones. La obra de arte tiene el propósito de alimentar la percepción a través de los colores, pero también, en un estado hipotético, los cuerpos. La reflexión sobre la naturaleza no se encuentra sólo en la intervención literal el jardín-huerto, sino también en la serie de dibujos en la que lo natural aparece mediado por el lenguaje (la letra y el trazo del dibujo acaban siendo la misma cosa) por medio de una especie de escritura-dibujo que describe lo que muestra. El discurso escritural-figurativo, la experiencia perceptiva y la proposición de un proceso en torno a la posibilidad real del arte como lugar de encuentro, convierten esta pieza en una especie de metáfora de la propuesta del arte de futuros alternativos que, paradójicamente, hallan su fuerza en pasados que luchan por sobrevivir.

            La cuestión del lenguaje –la necesidad de ser consciente del paso del tiempo y verbalizarlo– es una de las herramientas de la instalación de Juan Antonio Cerezuela. Guion basado en una relación espacio-temporal documentada desarrolla una secuencia de textos que aluden a los modos en que lo afectivo se articula espacio-temporalmente. La afectividad, sin duda, es la clave de gran parte de las reflexiones acerca de las comunidades por venir. El vínculo social, el lazo emocional, opera aquí casi como una política de los afectos en la que el tiempo, su paso y su huella, es un elemento esencial. El despliegue de esa relación en el espacio de la exposición y su conexión con marcadores temporales que anclan la relación en momentos concretos puede leerse, a la luz de la cita de Bifo que utilizábamos anteriormente, como una clara reestructuración del campo del deseo.

 

 

 

 

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